Por: Andrés F. Ardila
A 50 kilómetros de Medellín, se encuentra un lindo pueblo del oriente antioqueño. Casas coloniales, clima frío y situado en las laderas de una montaña, de allí salieron muchas personas que fundaron poblaciones del Eje Cafetero. Es un pueblo lindo y lleno de historias.
Fundada en 1664 por españoles, Marinilla fue escenario que contribuyó con importantes acontecimientos en Colombia. Desde luchadores que dieron la vida por la libertad y la independencia de una nación, hasta aquellas personas que, a finales del siglo 19, decidieron aventurarse a buscar prosperidad y fortuna, colonizando aquellas inexploradas tierras, que hoy es la región del Eje Cafetero. Ellos, junto a algunos de Rionegro se fueron de allí en busca de oro, y también cultivar café y tabaco. Además, en Antioquia a los marinillos se los conoce como los comerciantes por excelencia. Dicen los paisas, que gran parte de los negocios del sector comercial “El Hueco” de Medellín son de ellos. Es un lugar similar a San Victorino en Bogotá, en donde consigues mercancía al por mayor de todo tipo.
De eso no queda duda, ya que mi bisabuelo David López era un hábil negociante. Aunque lo trajeron de aquel pueblo a Caldas, sin saber gatear, sin embargo, aquella destreza que aprendió de sus padres que eran precisamente de Marinilla.
El comienzo de una aventura
Cuando estuve allí, estaba haciendo sol y el cielo era increíblemente de un azul intenso sin una nube. Salí de Medellín a las doce y media de mediodía y luego tomé la autopista Medellín – Bogotá. Es una carretera de montaña en donde a medida que vas subiendo, vas sintiendo cada vez más frío. Contemplé en el recorrido unos paisajes que son tan únicos y hermosos, que me disculpo por olvidar sacar en ese momento el celular para capturarlos y compartirlos aquí. Uno pasa por Guarne, Rionegro y finalmente al destino: Marinilla. Después uno debe tomar un puente que es la misma vía que va a El Peñol y Guatapé, lugar donde se encuentra uno de los lugares más turísticos de Antioquia, que será tema de otra edición. El primer pueblo que te encuentras y que ves sobre una ladera es Marinilla, en donde entras y puedes ver estrechas calles pendientes y un poco más allá, casas que datan de la época colonial. Era sábado, había actividad en el pueblo por donde se miraba.
Cuando llegué al parque principal, pude contemplar en el fondo una bella iglesia de fachada blanca que se veía imponente. Me pareció tan atractiva, que no resistí la curiosidad de entrar y ver como era su interior. Cuando estaba dentro de la iglesia, me pareció muy similar a las iglesias antiguas bogotanas, que son con tallados en las columnas y adornos recubiertos en oro, cosa que hoy no se ve en la arquitectura.
Luego salí de allí, encontrándome con algo sorprendente para ser un pequeño poblado: una calle peatonal comercial. Había desde locales de ropa, calzado y joyerías hasta restaurantes, en donde puedes caminar y antojarte.
Después de que estuve un rato en el pasaje comercial, me dirigí nuevamente al parque. A unas cuantas cuadras de allí uno encuentra una capilla que data del siglo 18, que infortunadamente estaba cerrada y quedó en mi lista de cosas pendientes por conocer. Al frente, había una casa que me recordó la telenovela “La Pola” que se veía que databa del siglo 18 aproximadamente, pero que tristemente estaba abandonada. Me quedé observando su interior. La fachada estaba a punto de caerse y destechada, lo cual, el sol y el agua estaban haciendo estragos. Al ratito se acercaron unas señoras y les pregunté por qué esa casa estaba abandonada. Entonces una de ellas me respondió que “allí hasta hace unos pocos años vivían una pareja de ancianos, pero cuando murieron; como no tenían hijos, ni familia, después la casa quedó abandonada”. Ahora la alcaldía del pueblo piensa restaurarla, pero no se tiene certeza cuando será. Eso fue lo único triste que vi de Marinilla.
Un destino que vale la pena conocer.
Hay muchas personas que viven en poblaciones del Eje Cafetero y muchos de sus antepasados vinieron del oriente de Antioquia. Sería bueno que, así como yo, durante esa corta tarde pude conectar con mis raíces, lo puedan hacer. En caso de que no seas de Caldas, Risaralda o Quindío, vale la pena conocer un pueblo que sus calles cuentan historias por sí solas. Conocerás la amabilidad y atención de sus habitantes, ese carisma que distingue al antioqueño de las demás partes que he visitado.